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Crítica. Miguel Oñate. Muy Personal

MIGUEL OÑATE: “Muy personal” (Rockambole):

Aparte del juego de palabras, es obvio que el trabajo tiene mucho de la personalidad rockera, bluesera y “hippie setentera” del bueno de Oñate; un producto personal, sacado adelante con mucho “morro” además de una intensa dosis de cariño, la que desde siempre ha impreso el genial vocalista a su música (tanto propia como ajena, en ASFALTO y TRAFALGAR, claro)… y es que ya lo dijo entonces: cantar es algo más que una intención.

Rock&blues como digo pero con la “personalidad Oñate” por bandera, con encanto, con muy buen gusto, inspiración canallesca, canciones de aire añejo y con sabor a cigarrillo disfrutado a medias, a trago de buen bourbon mientras suena de fondo (ya sea en el plato de vinilo o en una oscura tasca de música anónima en directo) un buen disco de “cantautor rockero”, como en el fondo es este bonito y entrañable “Muy personal”. Un trabajo sencillo, sincero, dónde es lógico que destaque la potente, dulce a su manera, y cálida voz de Miguel, con canciones que retratan esa estampa de caradura simpático y canallesco del que ha llegado, mirado dentro, ha sacado pecho y ha tirado “p’adelante” con el descaro y la sabiduría que dan las arrugas del tiempo. Ya he comentado que la música es sencilla, sin alardes ni estridencias, sólo rock&blues de calidad, con muy buen gusto y toque canallesco, barriobajero (en el mejor sentido) y gamberro a todos los niveles.

Obviamente, en un disco como éste las letras siempre tienen mucha chicha, y me ha encantado el tono sincero y sencillo pero que tienen mucho que ver tanto con retratar una cotidianidad como con el tópico de “arreglar el mundo desde la barra de un bar”: pequeñas y grandes historias callejeras, corrientes, comunes a muchos de nosotros pero “muy personales”, pasadas por la siempre interesante “batidora Oñate”, y que te hacen sonreír y recordar, a la par que pensar desde abajo, algo que nunca viene mal. Según el propio Oñate: “Muy personal” encierra la historia de la señorita depresión, esa camarera del bar de Katy que, a medias y al mismo tiempo, en contradicción con el fenicio y con un sobre rosa en las manos, observa desde la torre de papel cómo los tiempos siguen cambiando mientras cae el telón… (David Esquitino)