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Qué cojones hemos hecho

En la blogosfera la gente se hace trackbacks, enlaces y retroenlaces, pero a veces, cuando uno lee algo con lo que se siente identificado no puede hacer más que repetirlo, gritarlo a los cuatro vientos. Por eso me tomo la licencia de reproducir aquí el último post de Marcelino Madrigal. Tal vez porque en estos días en los que el doscerrilismo nos invade en frustración, gritos, amenazas, y parece llevarnos a una espiral ridícula, algunos soñamos con otra vida que no fue tan mala….

Yo vivía al final de Madrid. Literalmente. Salía a la calle y un portal más abajo se extendía campos de trigo. Ningún edificio ni carretera. Vallekas, en el este de Madrid era el fin del mundo civilizado.

Había litronas entre 5 o 6 tipos que no juntábamos mil pelas (6 Euros). El costo había que ir a buscarlo a sitios jodidos, y nadie te lo ofrecía por la calle si no te conocía a ti o a tu hermano mayor. La gente de mi edad madrugaba y se iba a currar en un autobús donde se los asientos se rifaban, y tenias que pelear con las viejas para poder dormir unos minutos en el metro. Si un abuelo te llamaba la atención sabías que te podía caer la de dios, y bajabas la cabeza y levantabas el vuelo.

Los malos eran los 4 gambas de siempre, y siempre eran los mismos. Si los venias venir igual acababas a hostias, pero al día siguiente ya no se metían contigo. No salíamos los días de diarios para conseguir tener lo suficiente para salir el viernes y el sábado. No daba para más el tema. Quedábamos los domingos para jugar un partido de fútbol interminable, y no había copa, había un litro de cerveza bien frío que pagaba uno de los que perdía a uno de los que ganaba religiosamente. El fútbol molaba y a uno le ponían el apodo del que metía más goles, no del que ganaba más dinero y más anuncios hacía.

Los padres venían tarde porque hacían horas extras para sacar adelante a la prole de hijos. Las madres cuidaban de ellos, los llevaban al Cole, les daban enormes bocadillos de cualquier cosa y los volvían a mandar a la calle. Siempre sabían donde estábamos, y cuando alguno volvía con la cabeza abierta por la última batalla a pedradas le daban una colleja y le tiraban de la oreja. Los mayores en verano sacaban las sillas y se tiraban hablando hasta las tantas, y algunos dormían en la misma calle hasta que el sol los despertaba.

Escuchábamos rock en casettes, y cuando uno ganaba su primer sueldo se compraba unos Levis, unas John Smith y la ultima camiseta de los Maiden. Si tenía suerte y le daban paga se iba a Gandia de camping con 4 como él a desparramar con las guiris. Si no, siempre quedaban las acampadas en la sierra, donde para oxigenarse se llevaba mucho tabaco, Whisky segoviano, unas latas de La piara y mucho costo. Nada de Erasmus, ni de redes sociales, ni esas cosas. Con los colegas de siempre.

Era raro que la gente se matara con el coche, o con las motos. Las pelas no daban para esas cosas, así que tocaba tren, y autobús. No había Internet. Había campo y grillos. No había consolas, había balón. Poca discoteca, y mucho de bodega con botellines helados. Y mucha charla. Charla sobre todo. Las chicas, el curro,  la vida y lo que uno sería de mayor y como serian las cosas.

Algunos viernes por la noche, en verano, miro por mi ventana y veo tantas grúas, tantos coches tuneados al límite conducidos por cerebros de 50 cm cúbicos. Tantos jóvenes metiéndose de todo y diciendo que están de fiesta cuando igual en 10 minutos se están abriendo la cabeza unos a otros por cualquier gilipollez. Niñas y niños disfrazados como el último mamarracho famoso que ha salido en la televisión 15 minutos por contar con quien folla. Tanta prisa y tanta frustración en la calle. Gente discutiendo por como pagar hipotecas, gente discutiendo porque no se puede ir de casa de sus padres. Gente discutiendo por todo

Seguramente ahora hemos avanzado de la hostia, y la gente tenga oportunidad de tener un conocimiento y el acceso a la biblioteca universal en forma de Google. Blogs y Youtube. Descargarse la música y las películas que uno quiera. Tuenti, y yo que se.

Mil cosas.

Incluso esté bien que tú leas esto. Pero yo me pregunto algunas veces si vale la pena.

¿Qué cojones hemos hecho? ¿Qué cojones?

6 thoughts on “Qué cojones hemos hecho”

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  3. mmadrigal says:

    Un 10 por la canción. Joé, si tomabamos cervezas al lado de los que salen el el vídeo y los mirabamos como heroes. Que tiempos :D

  4. Fernando Checa says:

    Marce, tiempos que no olvidaremos, por mucha estulticia 2.0 que nos quieran vender, además que sí

    Abrazos!!!

  5. alicia says:

    No se exactamente lo que hemos hecho pero este mundo lo hemos creado entre todos y tal vez deberíamos plantearnos lo que cada uno de nosotros puede hacer por cambiarlas. Pienso que Coppenague ha demostrado una vez más que es inutil apelar al sentido comun de unas instituciones que no nos representan ( si es que alguna vez lo hicieron) y que es de la propia sociedad de donde deben salir las soluciones. Pero primero debemos pensar qué clase de valores estamos alimentando, porque si lo hacemos es que en cierto modo forman parte de nosotros y si no los reconocemos en nosotros mismos jamás podremos cambiarlos.

  6. Daniela says:

    PUes sí, tienes toda la razón, os aconsejo varias recomendaciones literarias que retratan a la perfección su descripción social de las décadas pasadas, uno de ellos es ” Viernes noche”, no recuerdo el autor, pero con el título ya os podéis imaginar. Otro ejemplar, ya más actual, es ” Mileuristas”, de la conocida escritora Espido Freire, es muy bueno, una radiografía de los jóvenes de la sociedad actual y sus raíces, o dicho de otra forma la descripción de la generación de la Bola de Cristal y sus problemas actuales. Literatura con la que identificarse en estos tiempos sin líderes ni referentes, bueno sí yo tengo algunos, I love you Tarantino¡¡

  7. Cris says:

    He llamado para pedir información a Movistar y se han reído de mi en mi cara, luego he vuelto a llamar y resulta que lo que habían dicho en la primera llamada no era cierto. ¿que haces con algo así?

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